lunes, 3 de febrero de 2014

Despedida.

A medida que el abrasador sol me quemaba la cara, mis ojos se iban abriendo, no me movía y no era porque no quisiera, era por lo placentero que suponía estar tumbado en la arena y notar como el agua del mar empapaba mis ropas. No sabía que hacía allí, ni como había llegado, tampoco era mi incertidumbre tan grande ya que seguía tumbado en la arena viendo el cielo, el movimiento y deformidad de las nubes.
Volví a despertar en la misma posición, estaba anocheciendo, mi cuerpo necesitaba hidratarse a si que decidí levantarme, hacer un fuego y buscar comida... me levanté tan rápido que me empece a marear, como si la peor de las resacas hubiera decidido taladrarme la cabeza, tragué saliva y ese sabor, ese sabor a whisky me hizo recordar que me volví a emborrachar. Decidí inspeccionar la isla, no tenia nada mejor que hacer, encontré unos cocos para saciar mi sed y unos frutos de pinta suculenta para comer.
Según me iba adentrando en la isla algo en mi interior se estaba manifestando, tenia mono de tabaco, hurgando en mis bolsillos encontré  un reloj que no había visto nunca y un paquete de tabaco sin estrenar, ya solo necesitaba fuego. A medida que caminaba el mono físico y psicológico iban en aumento. Conseguí encender un fuego con la fricción de varias ramas, un fuego y unos cigarros, era lo único que tenia y sinceramente necesitaba, en una isla vacía, deshabitada, en la cual ni yo sabia donde estaba.
Al día siguiente me desperté, mirando aquel reloj, las diez de la mañana y me dispuse a hacer algo, caminar, caminar y caminar, como aquellos ancianos que parece que tienen como único fin el paseo. A cada rato un cigarro encendía y pensaba en momentos  placenteros pero no había muchos, la mayoría de ellos en solitario y acompañados de algún cigarro que otro y un JB cola. 
El camino parecía eterno y de repente, de entre la maleza se podía ver un gran acantilado, que antes de llegar al borde ya te entraban las nauseas, me senté, justo en el punto mas alto del acantilado, viendo al mar enfurecido chocar contra las rocas como si pudiera romperlas, me di cuenta de que allí acababa no solo el camino de aquella isla, era el final, como la ultima página de un best seller, las ultimas lineas de mi vida estaban siendo escritas. Me acerque al borde del acantilado y por primera vez, me sentía infinito, deje mi mente en blanco como siempre y me fume el ultimo cigarro. Cada pensamiento, cada reflexión, eran en vano, me llevaban al mismo final, estas solo, únicamente te has quedado con tus vicios y has dejado todo lo demás.
Una lagrima transparente, completamente desnuda, se dejaba caer por mi rostro entristecido y acabado, mientras veía, probablemente, la puesta de sol mas hermosa de todas, pensé que no hubiera ya nada capaz de llenarme pero lo había, en el ultimo momento pude disfrutarlo. 
Con una leve sonrisa me deje llevar por la brisa marina, el reloj se empezaba a parar, no es que no me importara, es que simplemente me daba igual.

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